Yeguada Carrascal de Sanchiricones
Para los amantes del campo, la dehesa salmantina siempre tiene algo muy especial.
Pocos lugares de España poseen la magia del Campo Charro, donde cada estación se marca en el paisaje. El otoño, explosión de tonos amarillos y rojizos, es el precursor de un invierno que sigue siendo duro y en el que no falta alguna que otra nevada. La primavera suele ser salvaje, tanto por los colores como por la riqueza de los pastos. El verano, con sus tórridos días de agosto, es el epílogo a un ciclo anual donde resisten los más fuertes.
Con estos precedentes nos disponemos a conocer una de la mejores y originales yeguadas del país, dedicada a la cría de caballos hannoverianos. El lugar no puede ser mejor. En la carretera C-512 que une Salamanca con el pueblo de Vecinos, antes de adentrarse en la Sierra de Tamames, encontramos la Yeguada Carrascal de Sanchiricones.
Para la gente del lugar el gran referente es la Ermita de la Virgen del Cueto, famosa por la romería que se celebra todos los años por Pentecostés en Matilla de los Cañosdel Río. La ermita que es centro de devoción de toda la provincia se haya situada en lo alto de un cerro. Su origen es del siglo XVII y su tradición ha ido aumentando a lo largo de los años.
La romería es toda una fiesta que comienza con un cohete que anuncia la salida a hombros de la imagen después de la misa solemne. Más de dos mil personas contemplan la danza que se ofrece a la Virgen al son de tamboriles y dulzainas. Luego se pone en marcha la comitiva hasta llegar a la cruz de piedra donde hay más danza y vítores a la imagen. El momento más esperado y emotivo para los matillenses es la ofrenda de los mayordomos de la cofradía de la Virgen del Cueto. La fiesta continúa hasta bien entrada la tarde en la que la gente vuelve a sus casas pensando ya en regresar al año siguiente.
El acceso a la yeguada no podía ser más discreto. Una vez en el camino que nos llevará hasta el edificio principal nos topamos con el primer inquilino de la finca: un grupo de vacas retintas que levantan sus cabezas ante la llegada de un nuevo visitante en un tranquilo día de otoño.
Estas vacas, originarias del sur de España, son muy frecuentes en Badajoz y norte de Huelva, pero en estas tierras de Salamanca llevan ya más de setenta años, con una óptima adaptación al medio y unos magníficos rendimientos.
Algo muy parecido es lo que ha sucedido con los caballos hannoverianos, aunque aún se trata de una yeguada muy joven. Julio Grande y su hijo, que también se llama Julio, saben que se encuentran ante un proyecto que les está dando numerosas alegrías.
“Todo empezó - comenta Julio padre- con la compra de una yegua hannoveriana hace más de veinte años. A mí me gustaba mucho el “manejo y rendimiento” de estos caballos en Alemania, y pensaba que por sus cualidades se podían adaptar fácilmente a los trabajos de campo en una finca. Aquella primera yegua se llamaba Pandora y, como venía preñada, dio a luz una potrilla a la que llamamos Numancia. Era todo un reto conseguir los mismos resultados que ya habíamos obtenido con el ganado vacuno… Si las vacas retintas se adaptaban, los caballos alemanes también podían…”
La apuesta era arriesgada, pero el éxito estaba casi asegurado. Las óptimas cualidades deportivas de estos caballos hacían más fácil la adaptación al duro trabajo del campo y la calidad de sus pastos ayudaron mucho a ello ya que aquí los caballos comparten espacio y forraje con las vacas. En el Cercado de las Pajuelas beben de los mismos pilones y a las horas de calor de agosto buscan la sombra de las frondosas encinas…
En la actualidad Julio hijo es el principal dinamizador de este concepto hípico. Todavía recuerda con cariño sus primeros viajes a Verden, Alemania, y la elección de otras dos yeguas.
“Parece que fue ayer cuando se compraron a Divanova y Welt Nova. Siempre han sido dos yeguas muy especiales para mí. Sobre todo la primera, que es hija de D. Juan, uno de los pilares de los Hannoverianos en los últimos años”.
En pocos años se notaron los resultados, y Julio decidió dar un paso adelante. Se necesitaba un semental, y con paciencia y muchas horas de búsqueda finalmente se decidió por Espriwall. Era el año 2000, y posiblemente los cuatro días que tardó el caballo desde Alemania hasta Salamanca fueron uno de los momentos más emocionantes para Julio.
Poder disponer de este semental mejoró mucho el planteamiento de la yeguada. Yeguas contrastadas y con una línea de “sangre Espri” son, por sí solos, pilares muy sólidos para los nuevos productos. Muy pronto nació Escudo, que hoy es ya una magnífico semental.
Pronto se unirían otros ejemplares muy reconocidos. Posiblemente uno de los productos más emblemáticos fuera Gadea, muy reconocida en el concurso de Acosos y Derribo. Sin embargo los logros más significativos han venido de la mano de Lisboa, bronce en Campeonato de España de Acoso y Derribo en 2005 y Numancia, ganadora de numerosos concursos, como el de Badajoz…
Ver a padre e hijo “vigilando” el tranquilo quehacer de los caballos en la finca dice mucho de la filosofía de esta casa. Mucha libertad de movimientos, duras condiciones climáticas y un trato muy natural en todo lo referente a cría y manejo.
Para Julio, ésta es su gran pasión. Sabe que en sus cuadradas está el ADN de grandes sementales, como Weltmeyer, Grannus, Espri, o D. Juan. Pero esto no es obstáculo para un cercano viaje a Alemania, para traer más yeguas e importar semen “La cubrición con Rotspon o Don Frederico va a mejorar más aún nuestros productos y eso va ser siempre uno de nuestros objetivos. Al atardecer todo se ve de otra manera. El sol busca un refugio por las tierras portuguesas, y una calma inunda el paisaje de encinas, toros y caballos.
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