Andrés Curto: Mayoral de Carrascal de Sanchiricones
Salamanca en la provincia española que más ganaderías bravas tiene en su haber. Es una tierra en el que impera el paisaje de dehesa, hábitat natural del ganado vacuno, tanto bravo como manso, y porcino como principales pobladores de estas tierras. Por su climatología extrema en los inviernos y la calidad de sus pastos, el campo charro tiene unas características propias y hace que su ganado sea más rústico y con una calidad de sus producciones reconocida en todos los mercados.
En una de estas fincas, en la dehesa de “El Carrascal de Sanchiricones”, típica dehesa salmantina a pocos kilómetros de la capital, en la carretera de Salamanca a Extremadura, enclavada en el término municipal de Vecinos, ejerce como mayoral Andrés Curto, integrante de una gran saga de hombres de campo de estas tierras salmantinas.
El Carrascal es una finca poco quebrada y una magnífica dehesa rica en pastos y exuberante encinar. En este paisaje típicamente salmantino transcurre la vida del mayoral el protagonista de nuestro reportaje, Andrés Curto. La finca otrora fue dedicada al ganado bravo, como lo atestigua la plaza de tientas que aún se conserva en excelentes condiciones para su utilización.
Andrés Curto comenzó de mayoral en la finca salmantina de Terrones donde pasta la ganadería brava de la familia Sánchez Rico, allí nació nuestro protagonista y dio sus primeros pasos como caballista, pues su padre, Camilo Curto, era el mayoral de esa casa ganadera. Fue su padre continuador de la tradición de sus mayores la cual fue inculcada a sus hijos no en vano un hermano de Andrés fue picador de figuras del toreo. Durante algún tiempo compaginó su trabajo en el campo con la de picador toreando alguna temporada con jovencísimo novillero de nombre José Ortega Cano. Allí, en Terrones, permaneció hasta que hace más de 25 años empezó a trabajar con los propietarios de Carrascal de Sanchiricones, “El trabajo del ganado bravo al manso varía, -nos comenta Andrés- sobre todo en el comportamiento del mismo y que los productos, al ser para la lidia, hay que tener especial cuidado en el manejo de los bravos”.
La jornada para el mayoral de Carrascal de Sanchiricones comienza bien temprano, con la dureza del campo salmantino que en el invierno alcanza temperaturas muy bajas, a veces hasta nieva copiosamente, y es difícil el manejo del ganado en esas condiciones extremas.
Cada mañana el mayoral ensilla su caballo, y con la ayuda de los vaqueros le da de comer al ganado, una vez terminado se dirige a la piara de vacas y empieza el repaso habitual de las mismas, “anotando en la libreta los posibles nacimientos de los nuevos becerros para tener un control de las pariciones”, apunta Andrés. “En este repaso de cada mañana también se observan los becerros que no tienen puestos los crotales que obliga la legislación vigente, siendo una de las faenas a realizar”. Dos caballistas acosan a la vaca hasta que ésta se deshace del becerro, al no poder seguir la carrera de su madre. El becerro, una vez vencido por el cansancio al que los someten los caballos y al ir perdiendo velocidad, es fácilmente alcanzado por los jinetes, que descabalgando de los caballos acrotalan sin problemas al becerro, el cual una vez repuesto se dispone a buscar a su madre, la cual inmediatamente lo identifica y lo acoge en su regazo.
Por las condiciones climatológicas del campo salmantino el trabajo de los mayorales se hace muy duro en los inviernos teniendo incluso a veces que romper el hielo de charcas y bebederos para que el ganado pueda abrevar.
El mayoral de Carrascal de Sanchiricones ha sido muchos años amparador de los garrochistas de la casa, tanto del padre al que amparó primero, como del hijo. Tiene mil anécdotas de los concursos y los tentaderos en lo que ha amparado a padre e hijo. Ve en la garrocha algunos cambios sustanciales, “por ejemplo los correderos, son más cortos que antiguamente, con lo es más difícil hacer los becerros en las carreras”. Otro cambio que ve, sobre todo en los concursos lo resume con una frase muy ilustrativa: “Los caballeros a caballo”. “Hoy en día, en los concursos de Acoso y Derribo, hay una competencia brutal y a veces piques innecesarios que se convierten en auténticas trifulcas entre los participantes. Antes los concursos eran una fiesta de campo donde todos eran amigos y pasaban una agradable jornada entre amigos, hoy en día impera la competición pura y dura donde la amistad, a veces, está en un segundo plano, prima la consecución de los puntos sea como fuere”.
Son ya más de treinta y cinco años ejerciendo de mayoral. Como buen castellano es hombre callado, le gusta más escuchar que hablar pero, como buen hombre de campo, su instinto y su sabiduría se la da el observar todos los días a los animales. Sus reacciones en cada momento y sus comportamientos le van revelando cosas que la mayoría de los mortales no ven, sabe cuando una vaca está enferma y no come, distingue a los becerros desde lejos y sabe cual becerro pertenece a cada vaca, no necesita mirar los boletines meteorológicos para saber cuando va a cambiar el tiempo, todo lo aprende de esa gran escuela que es el campo y la naturaleza, convirtiéndose en un auténtico artesano de la crianza del ganado y, por mucho que avance la tecnología, sin su ayuda la vida de una explotación ganadera sería más difícil por no decir casi imposible.