Prensa
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Acoso y derribo, arte y deporte
En la vega del río Tajo, entre las localidadesde Borox y Aranjuez, enclaves de presti-giosas ganaderías de bravo y un buennúmero de peñas taurinas, se encuentra laYeguada Ovelar, en la finca ‘El Quinto’.Allí, en los terrenos aledaños a la yeguada y partiendocasi de la nada, se construyó un corredero para aco-ger, por primera vez de manera conjunta, y durantelos días 1, 2 y 3 de julio, el Campeonato de España yla Copa del Rey, que por problemas sanitarios (Len-gua azul), fue imposible organizar en Andalucía.
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Hannoverianos a la vaquera
Hablar de Salamanca es decir tierra ganadera. De todos es conocido que el Campo Charro tiene una inmensa tradición ganadera que se remonta a varios siglos y que aún hoy permanece inalterable. Es en el suroeste de la provincia, y más concretamente en el triángulo formado por la carretera que pasando por Ciudad Rodrigo se dirige a Portugal y la que pasando por Vecinos se incrusta en la Peña de Francia, es donde se encuentran casi la totalidad de las explotaciones ganaderas de la provincia.
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Andrés Curto: Mayoral de Carrascal de Sanchiricones
Salamanca en la provincia española que más ganaderías bravas tiene en su haber. Es una tierra en el que impera el paisaje de dehesa, hábitat natural del ganado vacuno, tanto bravo como manso, y porcino como principales pobladores de estas tierras. Por su climatología extrema en los inviernos y la calidad de sus pastos, el campo charro tiene unas características propias y hace que su ganado sea más rústico y con una calidad de sus producciones reconocida en todos los mercados.
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Yeguada Carrascal de Sanchiricones
Para los amantes del campo, la dehesa salmantina siempre tiene algo muy especial.
Pocos lugares de España poseen la magia del Campo Charro, donde cada estación se marca en el paisaje. El otoño, explosión de tonos amarillos y rojizos, es el precursor de un invierno que sigue siendo duro y en el que no falta alguna que otra nevada. La primavera suele ser salvaje, tanto por los colores como por la riqueza de los pastos. El verano, con sus tórridos días de agosto, es el epílogo a un ciclo anual donde resisten los más fuertes.